Tigre ganó un partido clave por la lucha para no descender ante Patronato por 2 a 1 y aumenta las esperanzas de quedarse en primera.

Algarabía puede ser la palabra para describir la noche de Victoria. Euforia también. Quizás locura se puede introducir en el listado que enseña todo lo que vivió la hinchada. Todas las sensaciones habidas por haber. Hasta desazón incluso, pero ésta, sólo por unos mínimos instantes.

Las ovaciones y los rasgos de alegría se reflejaban ya desde el inicio. Porque era el regreso de uno de los más grandes ídolos de la institución. Néstor Pipo Gorosito dijo presente una vez más en el Estadio Dellagiovana. Aquel que llevó a un equipo plagado de buenos jugadores a una final de Copa Sudamericana y a una fase de eliminación de Copa Libertadores, se robaba todos los aplausos de los tres sectores de la cancha.

El partido, por más que los nombres no atraigan, prometía, aunque tampoco el juego de ninguno sea vistoso, se preveía que iba a ser una buena tarde noche de fútbol. Principalmente por el contexto que los rodea a ambos. Una situación muy frágil y delicada en Primera División. Los dos parados en un piso de madera que se erosiona ante cada empate, y se resquebraja cuando acontece una derrota. Rivales directos en una misma lucha, era el último para Tigre que ya se enfrentó con anterioridad a los demás (con un saldo invicto) y el anteúltimo para el Patrón, que aún le queda Belgrano esperándolo.

En el encuentro pasado ante Rosario Central, ya se vio un cambio, tanto de juego, como de ímpetu, de ganas. El que haya visto el rendimiento bajo la dirección de Blengio o Echeverría sin duda no podía visualizar esperanzas. Pero con un nuevo director técnico (¡Y qué nombre!) es otra historia. Y claro, desde el inicio  se mostró una táctica tranquila, movimientos sin apuro, pelota al ras del suelo, a controlarla, a tejer desde el principio hasta el final. Quizás alguna desinteligencia, o desatención entre jugadores, pero el control siempre fue del Matador. Patronato se limitó a esperar, a meter alguna contra, a intentar punzar en la defensa, también a buscar las bandas. Con un buen centro de Pantaleone y un cabezazo de Ávalos que apenas se fue lejos del palo, avisaba. El gol estaba al caer. Y se notó, cuando a los veinticinco, Carabajal se paró a metros de la medialuna del área grande, recibió el balón de Lemos, y metió un pase digno de Juan Román Riquelme para Berterame, que esquivó al arquero y definió.

Encuentro en desventaja entonces para el local. Un duro golpe atestado cuando era el mejor, y dominador del encuentro. Ahí decayó un poco. Los de Paraná presionaron más, robaron más la posesión y la manejaron de forma agresiva pero sin llegar a concretar ninguna oportunidad clara. Los relámpagos iluminaban la noche, y a Janson, quién se metió en el área gambeteó una, dos veces y habilitó al goleador Fede González para que hiciese su trabajo a la perfección. Parda en el marcador, y festejos en los tres rincones de la cancha, acompañados de una fuerte ovación para un jugador muy querido.

Con el 1 a 1 las cosas se trabaron mucho más. El mediocampo se volvió una batalla para ver cuál tiraba más pelotazos hacia la nada. Poca pierna fuerte eso es cierto. Solamente imprecisiones y poco manejo de las acciones.

Así se iban los primeros cuarenta y cinco. Con un ánimo distinto al que se vio después de la anotación de Berterame. Un poco más de expectativa positiva. Y a todo esto, hay que sumarle que así como subía la efusividad, se largó la lluvia. Un condimento extra, que nunca es visto como algo peyorativo, a pesar de que puede arruinar las condiciones de juego, siempre se lo tiene como un aumento de la emotividad.

Gotas finitas eso sí, pero en grandes cantidades, llegaron y trajeron la noche. Con este clima, se largó el complemento, no sin antes pasar por una advertencia de Merlos de que si la tormenta se tornaba eléctrica, había que suspender las acciones. Tras el acuerdo con los capitanes, ahora sí, comenzaba la segunda etapa, de manera positiva para Tigre. Apenas unos instantes después, Montillo habilitaba a Cavallero el cuál llegaba por la puerta del área para rematar duro hacia el arco rival, pero se encontró con una excelente volada y tapada del concejal Bértoli.

Es difícil tener que ser el que carga sobre su espalda la de cal, y la de arena. Porque justamente el arquero de Patronato, fue el responsable primero de salvar a su equipo, y posteriormente, de condenarlo. En un tiro libre a metros del área grande, pero pegado a la banda izquierda, Montillo ¿Disparó, metió un centro o la quiso colocar? Convirtió el segundo gol cuando venció a las manos resbaladizas de Bértoli. Producto también, de la gran cantidad de agua que cayó y que continuó hasta el final del cotejo.

Con el resultado dado vuelta, era muy distinta ahora la historia. Tigre no dominaba, se dejaba llevar por un nervioso Patrón que no sabía qué hacer para llegar a la parda. Ávalos tuvo una muy buena tras aguantar de espaldas la marca de Alcoba, dar una media vuelta y rematar. Muy livianito para Marinelli que no tuvo muchas intervenciones. Meter más delanteros no era la solución tampoco. Ni Rescaldani, ni Barreto, le daban lo necesario al equipo, que necesitaba juego, y urgentemente.

El que si entendió ese mensaje, fue Pipo Gorosito. Mandó a la cancha a Cachete Morales, a Ortiz y al Chino Luna. Le salió bien, porque sirvió para aguantar la pelota, y hasta darse el lujo de tener ocasiones, como un remate del Marciano, que pasó cerca del arco.

No hubo tiempo para más, y entre una desatada lluvia, se abrazaron los jugadores del Matador con alegría, mientras la hinchada saltaba, revoleaba globos por el aire, alguno que otro hacía el clásico ventilador con la camiseta. Todo estaba permitido, dentro de un contexto de festejo, todo podía ser.

Con estos tres puntos de oro, rodeado de laureles y colocados dentro de un marco de algarrobo, y de esa distancia (en algún momento de la Superliga) que era de 13, ahora sólo 5 unidades lo separan de la salvación, y de quedarse en primera.

El conjunto de Mario Sciaqua está ahí nomás, pero no puede concretarlo. Tiene la oportunidad de comprometer a San Martín de San Juan, o a Gimnasia de La Plata, pero no llega, siempre le falta algo. No debe olvidarse que con un solo punto, se despega del abismo del descenso a la B Nacional.

 

Por Leandro Quiroga