Deportivo Morón derrotó en un partido clave por la zona del descenso, 1 a 0 a Olimpo de Bahía Blanca.

¡Qué semanita que le tocó vivir al Gallo! Claramente no vamos a ahondar en sutilezas a la hora de describir la situación tumultuosa que padeció el conjunto ya mencionado. Acá no valen más las largas descripciones, debemos ir a los chapasos como bien se expresa en la jerga popular. Ya de por sí, una situación frágil en el tema de los promedios, no es un escenario de estabilidad. Y si se le suma la ida de un director técnico, tampoco. De todas formas no sale de los paradigmas que ya han mostrado equipos con este tipo de problemas.

Lo resaltable, lo que destaca, es que también se fue ¡El presidente!

Francamente, en las inmediaciones del Nuevo Francisco Urbano, estaba el epicentro de la tormenta. Todo esto, como previa a un choque clave para mantener la categoría.

Olimpo esperaba expectante del otro lado. Con un presente similar en cuanto a la urgencia de puntos, pero nada comparable si nos referimos a lo institucional.

No solo debemos mencionar aspectos negativos. Por supuesto que no. La tarde era sumamente agradable en cuanto a temperatura. Y el marco de gente era importante. No importaba que fuese un día de semana, la presencia estaba. Ni siquiera el horario preocupaba. Hasta se podía apreciar a algún que otro hincha, que no hizo tiempo a cambiarse de atuendo, en plena barrabrava con el saco y corbata.

Así, con todo bien detallado, ambos planteles bonaerenses disputaron su encuentro mano a mano por un mismo objetivo.

El primero que golpeó fue Morón. Con un testazo de Mayola al travesaño daba señales de que quería ser protagonista de la tarde. El tema es que ese protagonismo era muy relativo. Porque no se expresaba en ocasiones. Ni siquiera en jugadas peligrosas. En este punto tenemos que destacar la labor del Aurinegro en el mediocampo. Para aguantar, para trabar, para ensuciar el juego y con ese método, encontrar algún que otro espacio en el fondo contrario.

Es importante el papel que jugaron los nervios. Porque a través de eso se desarrollaron las acciones. No se aprovechaban las pelotas paradas, que eran en exceso ya que se cortó muchas veces el encuentro por faltas.

A su vez, en la platea, el descontento iba en crecida. Los murmullos comenzaban a surgir a medida que no se conectaban los pases o se tomaban decisiones que, desde la vista del público eran fáciles, no llevaban hacia un buen camino. Era un clima caldeado. También las determinaciones del árbitro Medina generaban ese marco. Los insultos se disparaban desde muchos sectores. Con diferentes receptores. Uno de ellos fue Nico Ramírez, que se lo notó muy despistado y perdido en la mitad de la cancha. Pero, atención a ese nombre. Va ser fundamental más adelante.

Por el momento las cosas estaban en parda. Fue paupérrimo el rendimiento de los dos equipos. En cierta parte, todo marchaba bien para los bahienses. Porque sacando cuatro puntos de lo que quedaba en juego, se salvaban sin depender de nadie. El 0 a 0 no les molestaba. Pero su castillo de naipes estaba pendiendo de un hilo, que se encontraba a punto de cortarse.

Justamente el número diez, Nico Ramírez, se encendió en el complemento. Y fue quizás la carta más determinante. Primero con una gran asistencia para el Pocho Lavezzi que definió suave. La redonda pasó cerca del palo y aceleró los corazones de los fanáticos.

Lo que fue el estallido por completo de euforia, desahogo, angustia, bronca, pasó apenas minutos después. A los nueve. Se repitió la misma fórmula, esta vez con el volante en posición para el centro, que no encontró a nadie. Pero en el rebote, apareció Gastón González para meter una excelente volea y colocarla lejos del arquero. Todos se abrazaban. Todos vitoreaban y cantaban “Dale Morón” al ritmo de la marcha peronista.  Ahora era un ambiente de fiesta, de festejo. Sin embargo, los nervios continuaban persistiendo. ¡Claro! El resultado era 1 a 0. No era 5 a 0 y con tres hombres de más. No se podía asentar la tranquilidad.

El caso, es que Olimpo cayó preso de la desesperación. Sí, lo puso contra las cuerdas a su adversario. Contra su arco mejor dicho. No lo dejaba gestar una contra que tuviera sentido alguno. Pero era impotente en el ataque. No construyó nada. Su principal arma, eran los errores defensivos del local. Porque si hablamos de creación propia… Había mucho que desear. La pelota iba de izquierda a derecha, si se la perdía, se recuperaba y se volvía a repetir toda la secuencia. De vez en cuando se cortaba con un avance hasta tres cuartos, que no prosperaba más allá de eso.

Empezó a agigantarse la figura de Paredes. En su sector derecho cubrió todos los ataques que llegaron. Se bancó todo. Porque fue uno de los que más corrió, y aun así completó los noventa minutos.

Por cierto, con el final cada vez más cerca, el aurinegro perdió completamente la brújula de las acciones. Y no pudo más, tuvo que rendirse ante una leve superioridad de Morón. Y no hubo tiempo para que ocurra alguna reacción. Fue simplemente 1 a 0.

Con estos tres puntos, el Gallito sigue sumando en su lucha para evitar el descenso mano a mano con los Andes y Quilmes. No debe descuidarse, tiene partidos complicados y encima en la última recibe a los de Lomas de Zamora.

Por el lado de los dirigidos por Marcelo Broggi, la situación es fácil y al mismo tiempo no. Dividen por distintas temporadas en comparación a Santamarina (su principal competidor), pero no encuentran respuestas. El mismo equipo que le dio vuelta un partido imposible  a Mitre en Santiago del Estero, ni apareció.

Por Leandro Quiroga