Con la vuelta de una de las grandes ligas de Europa, la Alemana, se pueden ver situaciones inusuales que se tienen que vivir cuando se de el retorno del fútbol a nuestro país.

Cuando el mundo era un lugar normal, la Bundesliga, la Primera División de Alemania, nunca tuvo un profundo impacto más allá de su nación. En un fin de semana común y corriente, bien podía ser opacado por un partido regular de Premier, o incluso un partido de B Metropolitana. Pero hoy en día, con la suspensión de casi todas las competiciones, a lo largo del mundo, la reanudación de esta liga, es agua en el desierto. Al tener este amplio público, muchos se cuestionan varias cosas, el estado físico de los jugadores, el ritmo, las nuevas reglamentaciones de la FIFA, la falta de público. Todas incógnitas que cuesta dilucidarlas en nuestro territorio.

En primer lugar, el nivel de nuestro fútbol en este último tiempo se ha dividido demasiado. En los gloriosos tiempos del Apertura/Clausura, era muy pareja la cuestión. Al ser un torneo corto, cualquier equipo podía tener un buen arranque y llevarse el título. Así pasó con Argentinos, Banfield o Lanús. Pero, en estos torneos largos, es muy notoria la diferencia con los grandes, aquellos que pueden pagar un buen plantel, y que tienen los mejores jugadores de América. Este parate, sumado a la condición de que no van a haber descensos durante dos temporadas, marca una incertidumbre en cuanto a cómo será el nivel de juego. Si antes ya era amplia la diferencia de jerarquía, ahora, es seguro y probable que aumente. En segundo lugar, aquellos que no pelean el título ¿Qué hacen? Bueno, pueden pelear por entrar a Copas ¿Y los qué no?
Planteles como Gimnasia, Colón, Aldosivi, Patronato o Central Córdoba (por nombrar los más comprometidos con los promedios) cuya motivación para salir a ganar era sumar puntos para no caer de división, pierden un cierto valor agregado. Entonces, no cambiaría mucho si ponen a la reserva, o a la quinta. Total, no hay descensos. Y ese es otro tema, se pone a esos jugadores no por voluntad propia, sino por obligación, porque esta pandemia, también afecta el lado económico de los clubes. A olvidarse de meter un Lucas Barrios en un mercado de pases, o traer al Pulga Rodríguez, son contratos que a estas alturas en las cuentas, son impagables.

 

Explicitada ya la difícil situación económica, debemos recaer en otra de las motivaciones: El público. Es un hecho que si vuelve el fútbol, será a puertas cerradas. Se vio, en toda la fecha alemana, y dejó entrever como se pierde en gran parte la emoción. El clásico Dortmund-Schalke, sin gente en las tribunas, se lució sumamente apagado, más allá de los goles y festejos de jugadores. Uno o dos partidos así, se pueden ver. Pero cuando ya son muchos, es triste. Principalmente porque se pierde la esencia de este deporte. Un clásico sin gente, sin insultos revoloteados por el aire, no tiene razón de ser. Y tiene mucha injerencia en la motivación. Muchas veces, los encuentros sin gente, son como entrenamientos, no se siente la presión de la hinchada, no se siente el abrazo del grito sagrado ni en la popular, ni en el campo de juego. Basta con mirar los festejos alemanes sin contacto el fin de semana pasado.El folclore no existiría más temporalmente, no están los puestos de choripán, el mutante que se cuelga de alguna cámara de televisión, el otro que lleva puesta una camiseta inexistente de su equipo, las previas en las esquinas.

Estos primeros compases del fútbol alemán nos dan un muestreo. Lo que se va reiniciar, va a ser duro a primera vista, inusual. Se puede dar un desarrollo más duro que el normal, más trabado, con menos juego, menos fluidez por reglamentaciones como los cinco cambios para evitar el desgaste físico. Nada fuera de lo común exceptuando la última. La emoción sería el factor principal. Faltaría por motivaciones de competición, por los hinchas, por todo el ambiente que se crea antes y después. Estamos viviendo momentos complicados, y todavía falta adaptarse a situaciones completamente ajenas, pero que deben ser transitadas para volver al ritmo normal.

 

Por Leandro Quiroga.