A los catalanes les costó iniciar La Liga en agosto -empató con el Rayo Vallecano- y le ha vuelto a costar arrancar, a finales de diciembre, tras el Mundial de Qatar. En verano el propio Xavi habló de “plantillón” pero el primer partido domestico evidenció que si el equipo no se exhibe al cien por cien no es lo competitivo que podría parecer.

Luego del mundial, recuperaron La Liga como líder y, de nuevo, se crecieron. Pensaron que apretando apenas media hora el acelerador sería suficiente para doblegar a un Espanyol situado a un solo punto del descenso.

El balón, otra vez, puso las cosas en su sitio. O los jugadores lo dan todo los 90 minutos o el éxito no es posible. Ésta es la realidad del Barcelona 2022-2023. El Barcelona jugó con el marcador y dosificó esfuerzos con argumentos equivocados porque la única manera que tiene de resolver los partidos es exhibiendo la máxima intensidad hasta el último minuto de cada uno de los partidos.

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Lo que sí mostró el Mundial es que ninguno de los jugadores del Barcelona es tan determinante como para ganar un partido por sí solo. De hecho, 15 de los 17 se fueron a casa después de haber pasado por la gran cita con más pena que gloria.

Y los otros dos, Dembélé y Koundé, fueron los titulares más intrascendentes de la Francia subcampeona del mundo. Recuperada la competición doméstica, el barcelonismo espera una reivindicación futbolística de sus jugadores.

Por ejemplo, de Ansu Fati. Xavi Hernández habló en la previa sobre las buenas sensaciones que le estaba transmitiendo su futbolista e incluso se atrevió a darle la titularidad en un partido tan importante como el derbi, pero su rendimiento ante el Espanyol dejó mucho que desear.