La Selección Argentina logró un nuevo triunfo, en este caso ante Venezuela 2 a 0 y clasificó a las semifinales de la Copa América 2019.

Así ,como decía el pronóstico de todas las mañanas después de una serie de importantes tormentas que se entremezclaban con un poco de sol, podemos establecer una clara relación con el andar del combinado nacional.

“Argentina estaba casi muerta, y ahora está en semifinales” Las declaraciones de James Rodríguez luego de que su Colombia fuese eliminada por penales ante Chile, nos ponen con el contexto necesario para comenzar.

Porque tenemos que ser sinceros. Con el empate ante Paraguay, con una imagen pésima, fría, sin alma de la Selección, no había muchas esperanzas. Ni siquiera para pasar a cuartos. Incluso la victoria ante Qatar no terminaba de generar un sabor dulce. Todavía existían errores, muchos jugadores estáticos, y un segundo gol fuera de contexto, pero que al fin y al cabo, aumentó el marcador.

Lo que se vio en el día de ayer ante Venezuela, fue un poco distinto. Empecemos con que el rival no era fácil. Para nada. Un plantel que viene trabajando muy bien con sus juveniles, y con una fase de grupos medianamente aceptable. Y los que creían en la clasificación se dejaban llevar más que nada por el ímpetu que genera la Albiceleste en algunos corazones. Con una visión más realista, las chances no eran muchas, que se agigantaba al recordar el 1-3 en Madrid contra el mismo equipo.

Ya desde el inicio, los jugadores se pusieron como empeño destruir esa aparente superioridad venezolana. La gran presión del mediocampo, hizo que la posición de la vinotinto lentamente se fuese encerrando en su propio campo. Con algunas transiciones lentas, el conjunto de Scaloni se paró bien y dominó ese sector. Y ante tanta presión, llegó el gol. Después de un tiro flojo del kun Agüero, el goleador del ciclo, Lautaro Martínez, acomodó la trayectoria con un taco.

Arranque más que favorable. Teniendo en cuenta que de tres encuentros jugados, sólo en uno comenzó ganando la Selección. A partir de ahí las figuras de Rodrigo de Paul, de Paredes y de Acuña, se enaltecieron por la gran labor en mitad de cancha. Y en el fondo, se comenzó a destacar la presencia de Foyth como lateral derecho. También, con diferencia a las anteriores experiencias en esta Copa, hubo más cantidad de llegadas con juego asociado. No llegaban a ser remates francos en algunas ocasiones, pero se notaba una transición distinta. Todo esto incluido a que Messi ya no era el eje. No se lo buscaba por sobre todas las cosas. Se lo buscaba si la jugada se lo permitía. Si no, en cualquier momento iba a llegarle la pelota pero sin la absoluta necesidad de que así fuese.

No vamos a negar que hubiera algún que otro desajuste defensivo, pero dentro de todo, en la primera etapa, el peligro fue casi imperceptible.

Como lo marcaba la lógica, las cosas iban a cambiar en el complemento. El esfuerzo físico, la ida y vuelta constante, hicieron merma en el rendimiento de algunos jugadores, por el cansancio. Por eso mismo, poco a poco, Argentina retrocedió, y descansó mucho en su campo. Tanto que en algunos fragmentos, Martínez y Agüero tenían que recorrer muchos metros para llegar al área rival. Este retroceso fue más notorio cuando salió el goleador y entró Di María. Cambio muy discutido, con una clara señalización para continuar con la labor defensiva.

En todo este período de arremetida venezolana, los nombres de Foyth que cerró la gran mayoría de los cruces en su sector, y Armani, que se encargaba de tomar centros errados y tapar algún que otro disparo, comenzaron a sonar con más frecuencia.

Entonces es cuando aparece lo más destacable de la actitud del equipo. En un contexto completamente adverso, apareció una reacción comandada por acciones individuales, para que en un rebote, Lo Celso pueda establecer cifras definitivas y sellar el partido con el 2  a 0.

Con más actitud, esfuerzo, y presión, los dirigidos por Scaloni lograron un triunfo más que importante. Supo hacer mucho sin Lionel Messi, pero también pudo manejar los tiempos del encuentro sin que se termine de desbordar. Con un poco de suerte en el tiro de gracia en el segundo gol, se pudo mantener y lograr que Armani no pase más peligros que el atajadón ante Hernández. Ahora, espera el eterno clásico. Brasil. El local, el que tiene todas para ganar (si tenemos en cuenta el historial reciente). El partido más duro de este ciclo, para el que hay que ajustar algunas tuercas, principalmente en lo defensivo. Se sufrió un poco en algunas pelotas divididas y más todavía cuando el equipo adquirió un tinte más defensivo en su campo. Veremos cómo se va parar ante un Scratch que seguramente buscará ser protagonista, e intentar consagrarse en sus tierras. Mientras tanto, a disfrutar de la victoria, de la leve mejoría, y a moderarnos en la esperanza.

Por Leandro Quiroga