Un reclamo de las jugadoras argentinas destapa el descuido de AFA con la selección femenina.

Este combinado lleva ya más de 20 años en el rodaje de la Asociación del Futbol Argentino (AFA) pero esto nunca tuvo mucha relevancia para sus dirigentes, siendo que el aporte económico que le brindan es minoritario y poco relativo a los gastos que implica tanto entrenar diariamente como viajar a diversos encuentros.

En el último año el proceso ha sido aún peor, ya que las jugadoras del seleccionado mayor debieron sacar un comunicado oficial en septiembre, diciendo que su situación era crítica y que ya no podían seguir entrenando en estas condiciones porque no podían viajar hasta el predio de AFA cada vez que el entrenador lo pedía, por los gastos que esto conlleva.

Lo cual trajo con si un paro indeterminado por parte del plantel de 18 jugadoras, que duro un mes en el que las chicas dejaron de viajar a AFA y virilizaron el mismo para que llegue de alguna manera a Chiqui Tapia, presidente del ente.

Se consiguió uno de sus objetivos de charlar con el mandatario, pese a que la reunión que tuvieron varias de las jugadoras no fue lo que ellas pedían, ni mucho menos lo que esperaban. Tal como dijo Ruth Bravoes un tema que no está resuelto todavía, lo único que pedimos es una mejora de viático que pueda sustentar los gastos que genera llegar hasta el predio desde los distintos puntos en que se encuentra cada jugadora”.

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Ruth Bravo, referente de la selección y Boca Juniors.

 

De esta manera, en diálogo con Tapia se llegó a un acuerdo mínimo de $400 por jugadora cada vez que deban viajar a entrenar. Lo que claramente, no cubre el gasto producido pero si es una ayuda. No obstante, tal como dijo la jóven xeneize, es un tema aún no resuelto que por su parte uno de los problemas es que cada vez que viajan al exterior por partidos amistosos, ellas mismas deben costear los gastos.

De esta manera, las futbolistas son conscientes que el problema mayor y el petitorio principal no es por plata sino por lograr un trato igualitario, como contó Ruth. Siendo que no existe equidad en cuanto al seleccionado masculino.

Es así que se puede encontrar esta disparidad, que por parte de AFA no se pudo lograr una respuesta alguna a la hora de querer saber más sobre la problemática en auge, lo que lleva a una contestación  que es un claro ejemplo de la falta de valoración hacia las muchachas futbolistas, también visto en los medios de comunicación, ya que la discusión existe hace más de tres meses y pocos son los que ayudan a la viralizacion de la misma.

Este problema enfoca claramente no solo en el futbol mayor argentino sino que también es una bajada de línea a discriminación genérica que sufren las mujeres a la hora de practicar un deporte. Debiendo ser comparadas con los hombres con las cosas que ellas piden y siendo siempre menores a las que estos reciben en su diario por parte de AFA y por parte de los medios de comunicación.

Este grupo de jugadoras de futbol femenino está pasando por situaciones difíciles y en una constante lucha por diversas cosas entre ellas económicas pero este no es el eje central de su pedido ya que lo que ellas están buscando en el ente del Futbol Argentino es un reconocimiento tal al que se merecen, están tratando de formar su identidad y ser llamadas como futbolistas representantes a su país de igual manera que los masculinos.

De esta manera, las jugadoras del seleccionado mayor de futbol femenino encontraron una respuesta por parte de AFA pero no la que ellas querían. Logrando tan solo una colaboración mínima para sus viajes y quedando en búsqueda de un reconocimiento por su trabajo diario y sus objetivos puestos a largo plazo.

Tal como aseguró Ruth Bravo esto es un proceso largo pero que comenzó formalmente este año en búsqueda de lograr tener nombre propio y ser parte de la agenda viral de los medios de comunicación. Para ellas está claro, que esto es lento y por eso luchan diariamente por lograr una mayor visibilidad de su esfuerzo, auto describiendose como “nunca fuimos solo 11” en sus propias redes sociales.

 

Por Clarisa Hernández