Estudiantes de Caseros ganó 4 a 3 en su visita al Guapo y se afirma en lo más alto de la tabla de la Zona 1 de la Primera Nacional.

Los grandes partidos no se suelen prever. Son cosa del momento. Pero quizás, se pueden ver algunas señales en el inicio. Algún signo de cómo va desarrollarse el encuentro.
En el sur de la Capital, se disputaba un «clásico», si podemos llamarle así, por la rivalidad entre ambos clubes a lo largo de sus participaciones en la B Metro. Ambos disputaron grandes choques, parejos, reñidos, emocionantes. Este no iba a ser diferente.

En la primera que tuvo el Pincha, González se metió en el área como un wing y habilitó a Campana para el primero de la tarde. Esa jugada era una señal de cómo iba a defender el local. Por supuesto, de mal para horrible. Su rival, no iba a ser la excepción.
Apenas unos minutos después, Mauro Matos peinó un centro de Colitto y desconcentró al arquero Altamirano y así puso el empate parcial.

De todos modos, el ida y vuelta no se agotaba. Sólo se pausaba de a momentos. Daba la sensación de que la cosa no podía terminar así. El partido no se podía cerrar y terminar 1 a 1. Los intérpretes entendieron eso a la perfección.

El complemento fue literalmente un vendaval de goles, de emociones, de resultados y festejos.
Barracas, en la primera que pudo habilitar a Niell, lo dejó sólo para que haga lo que más sabe hacer, goles. Y así fue como, tras picarla de manera excelsa, daba vuelta el encuentro. Eso sí, quedaba dolorido tras un duro choque con el arquero.

A esta altura hablar de la defensa era de más. La única razón por la que los goles no caían seguido era porque algún que otro jugador descansaba la pelota un poco, moviéndola por todos los sectores de la cancha, pero sin peligro. Eso, pausaba un poco los nervios y el hambre de los delanteros. Pero cuando volvían las ganas de ganar, eran incontenibles.

Así fue el caso de Lucas Campana. En dos grandes jugadas, la primera con un cabezazo exquisito desde la puerta del área, sacó una ventaja más que importante. El sólo, dio vuelta el resultado para que ahora la historia sea 3 a 2 favorable para los de Caseros.

Jorge Velázquez, tras otra marca pésima en el fondo del Pincha, aprovechó un pelotazo de Ramiro López y puso la parda. Faltaban cinco para el final. No era un mal resultado. Después de ir perdiendo varias veces, era quizás lo mejor. De todas maneras, el destino planificó otra cosa, muy distinta a los intereses del local.

En una de las últimas jugadas, el recién ingresado, Amarilla tuvo un remate desde la puerta del área que rebotó en Bojanich. Todo se pausó por un segundo. Algunos reclamaban penal, los hinchas no querían mirar, el arquero se distrajo, y el único atento, era Garay. Cómo una flecha, se anticipó al cabezazo que quedó tras el rebote y marcó el cuarto gol. Con la ventaja definitiva, se tiró al pasto a recibir la algarabía de sus compañeros que excitados saltaban y lo abrazaban.
La hinchada del Guapo no lo podía creer, muchos se levantaron enojados directamente para la salida. Otros se quedaron helados, con las manos en la cabeza suspirando con bronca.

En un partidazo, Estudiantes supo imponer algo que no tienen todos los conjuntos de la primera Nacional: un proyecto. Con muchos jugadores jóvenes, y un DT como Diego Martínez ,que supo manejar bien los tiempos, está puntero de su zona con puntaje perfecto. Así es, con promesas, referentes, garra, y buen pie, de estar en la B Metro, ahora puede ilusionarse.

Faltan muchísimo todavía, pero será complicado borrar la sonrisa que tienen hoy en día los hinchas de Estudiantes. Por el momento, la mantienen, y esperan con ansias la próxima fecha contra un rival más que complicado, Deportivo Morón.

Por Leandro Quiroga